El 9 de diciembre Daniel y yo cumplimos un año de habernos casado por lo civil y de haber empezado a construir un hogar y formar una familia.
Esta entrada es una reflexión sobre el matrimonio a partir de mi propia experiencia, un matrimonio que desde el principio decidió fundamentar sus bases en Cristo.
Y les contaré un poquito sobre nuestra historia (todas las historias de amor son hermosas, pero la mia es la mejor) :)
Daniel y yo nos conocimos hace aproximadamente 20 años en el colegio en séptimo grado, siempre fuimos muy amigos, una amistad que se fortalecía con el paso de los años y aunque después de graduarnos del colegio cada uno tomo su camino, la amistad siempre permaneció, siempre fuimos el paño de lagrimas el uno del otro incluso cuando viví fuera del país por 4 años nuestra comunicación permaneció y se fortaleció con la distancia, usábamos medios como Skype o Facebook para comunicarnos y contarnos todo sobre nuestras vidas en esos momentos, nos aconsejábamos, nos felicitábamos y nos regañábamos por Skype...
Hace 4 años volví a mi país y nos reunimos después de tanto, el tiempo había transformado no solo nuestro físico, pues habíamos dejado de ser niños y ahora éramos adultos, también la forma en como nos veíamos (más que amigos).
Oramos por ese sentimiento y desde entonces Dios nos ha respaldado en todo momento (20 años de amistad, 1 año y 9 meses de novios y 1 año de matrimonio)
Ahora si que ya conocen la historia (versión rápida) nos centraremos en ese último año de matrimonio y sobre todo como Dios ha sido fiel con nosotros.
EL MATRIMONIO COMO UN MEDIO Y NO COMO UN FIN
Siempre que pensaba en casarme de alguna manera me imaginaba como sería ese día, el vestido, las flores y bueno todo lo que implica una ceremonia, con mi mamá veíamos revistas y pensábamos en cuando me tocará a mi, y era una ilusión pensar en eso, o bueno para mi si lo era.
Hoy casi un año de ese día soñado (por que fue tal y como lo soñé) entendí que ese verdaderamente no es el fin, el matrimonio es tan solo un medio, muchas de nosotros vemos el matrimonio o soñamos con el como un evento que nos hará felices y no como una carrera de aprendizaje y conocimiento.
El matrimonio no es un día, es toda una vida, es una puerta desconocida que se abre ante nosotras, no sabemos como será ni que pasará lo único que sabemos es que compartiremos nuestra vida con otra persona por el resto de nuestros días, una persona que Dios ha escogido para nosotras.
El matrimonio hace parte de nuestro peregrinaje, hace parte de nuestro caminar diario con Dios, leí que para los que estamos casados el matrimonio es el medio que Dios más usa para santificarnos y creo que esta frase es muy cierta, pues partamos de la idea de que somos dos pecadores con trasfondos y maneras de ver la vida completamente diferentes, tenemos diferentes luchas, defectos y limitaciones, pero no por eso estamos destinados a vivir solos.
Pero nuestra perspectiva (egoísta) cambia cuando nos damos cuenta que el matrimonio no se trata de nosotras ni de lo que queremos, es ese medio que nos permitirá conocer y disfrutar más a nuestro Salvador, entendemos que cuando entramos al matrimonio estamos entrando en una vida de caer, de levantarnos, de pedir perdón de perdonar, de permitir que sea El Señor quién moldee nuestro carácter y transforme áreas de nuestra vida.
La meta no es nuestra boda, nuestro vestido, las flores, los anillos, la verdadera meta del matrimonio debe ser Cristo, conocerlo y deleitarnos en Él y nuestro esposo, nuestra casa, nuestro matrimonio como tal es tan solo un medio para que busquemos y dependamos más de Él.
En la medida que busquemos más a Dios y conozcamos más de Él por medio de su palabra fluirá en nuestras vidas, el amor, la paciencia y la sabiduría que necesitamos para con nuestros esposos, vemos como el matrimonio se convierte entonces en ese medio para santificarnos, cambiarnos, hacernos depender cada vez más de Él, es el único que esta allí para levantarnos, consolarnos, ayudarnos y guiarnos, es el matrimonio tan solo un instrumento que Dios usa para su gloria para el bien y el gozo tanto de Daniel como el mío.
Hemos entendido en este año que nosotros solos no podríamos salir adelante, que nuestra mirada tiene que estar puesta en Dios y en su palabra, que es por medio de Él y para Él que este matrimonio existe, para darle la gloria y para que el se glorifique sobre la vida de cada uno de nosotros dependiendo 100% en Cristo.
Feliz aniversario Dani, ¡TE AMO!
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